Cada momento empieza con un sonido, un detonante.

El chillar de la goma con el asfalto en un cruce rápido o en un frenado repentina, el de un cachorro que se despertó en la casa continua y rompía el silencio con su llanto enternecedor que dejaba claro que aun sus encías carecían de dientes, la música de un grupo rock nacional poco conocido y luego la mente sola sigue su camino, pensando y pensando y aunque me cueste admitirlo, debo decirlo, le temo al compromiso, no me imagino, capas es por no querer dejar lo que tengo, mi subconsciente se alza y me lanza ansiedad en la cara, me escupe impaciencia y me empuja lejos de esta opción de compromiso.

Tal cual una enfermedad, los síntomas se presentan inmediatamente, con piel pálida y erizada la temperatura de todo el cuerpo cae precipitadamente, un leve temblor se hace presente cada tantos minutos y en mi mente no hay mas que una búsqueda de escapar de eso, buscar otro tema, distraer la mirada.

Capas y todo esto se deba a que tengo miedo a no poder salir de hay luego, a que al llegar muy lejos pueda hacerle daño a alguien, el echo de que me siento tan cómodo con mi estilo actual, imaginar que de lo actual nada quedara. No queda mas que respirar, respirar lentamente y sentir el aire pasar por mis fosas nasales llenar  mis pulmones y expedirlo sintiendo la suave caricia caliente del aire como despidiéndose de mi sistema.

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