Calle. D

Aun no despierto de el sueño de aquella falta promesa que fue Venezuela, que fueron besos fugaces bajo la añorada lluvia de noviembre, de octubre, de parte de diciembre. Me levanto sudado y en una realidad alterna, incredulo, surrealista, supra estirado, marcado y agitado, con respiración galopante en una amarga incomprensión del entorno, en una mirada breve y constipada al vacío de un cuarto oscuro. Intento recordar la foto de aquella cámara perdida, de aquel video fantasma que se genero en un subconsciente despierto, mutilado de incertidumbre y decisiones acéfalas. Vivo la distopia de mi vida junto una almohada impregnada de falsos aromas, y solo podia imaginar la textura de unos labios que aun no he besado, de un cuerpo que aun no me ha golpeado con su respiración. Pero hoy ya es mañana y no hay momento para el llanto, solo hay sombras aglutinadas, sombras comprimidas a mis espaldas, calladas, alargadas y encantadas por voces dispersas que se queman en la histeria de la noche semi iluminada por la ciudad gastada y abusada. Si, sombras de cuerpos violentos que se estremecen entregados a eros, perdiendo la razón por los labios, emanando toda la pasión de la vida impresa en un jodido instante, quemando su cuerpo y su mente en miradas al hipermundo mientras sienten a brazil en sus nalgas y Charles Mingus se arrastra en carcajadas de placer. Janis mastica el cosmos y el calor de sus labios nos enciende en un momento, no apaga el carro y deja caer nuestros pantalones, sube algunas faldas y irradia fluidos armónicos de gemidos terremotos que buscan acabar con toda la existencia, en busca del impacto con el cielo, con otros labios, con el suelo, con despertar, impactar tan duro, con tal fuerza, que la magnitud del choque nos mantenga inconscientes el resto de la vida, encerrados en aquel sueño, en aquel gemido, en aquel orgasmo.

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