Dias de febrero
A veces regreso al lápiz y al papel, otras me dejo caer en un teclado, mas comprimido y atrapado, algunos días paso de estar calzado a andar desnudo y luego a no encontrar mis zapatos, a veces suelto las ruedas y me alejo por segundos de la realidad, a veces no puedo mentirme tanto como para olvidar tu estado Venezuela, nuestro estado manejado por aquel estado al que le importas un pito, tu no te cansas de llevar patadas en el culo Venezuela, tan moribunda en un hospital sin insumos y embotada de engaños para disipar la verdad que brota por tus calles y barrios, medio anestesiada y ciega por la voz de la verdad, la verdad impuesta, revolcándote en agonía. A veces con sinceridad me canso y no se como carajo aun salgo del cuarto, inestabilidad grotesca donde paso de lleno a sediento, a querer orinar y no levantarme, de conectado a desconectado, lineas caídas, luces afuera y la vida encendida se desploma en una calle colapsada por el sueño de un mejor mañana, de un cambio, de un río de gente cantándole a una ciudad sin mas sangre en sus aceras, sin tanta maladroga en sus narices.
En ocasiones como esa mi espíritu grita patria hasta reducirse a la nada, mientras mi tranquilidad es socavada por irreverentes bufones diplomáticos, mientras hombres grandes en dos ruedas llegan ladrando a las plazas llenas de pancartas, agitando sus brazos y plantando pánico, proclamando el terror, impuestos por el permiso divino del sacro interés presidencial que les transmuta en violentos dioses sociales montados a caballos de hierro oxidado y cuero roído.
Mientras el día se disipa tras un manto gris yo estoy parado en medio de una lluvia de sonidos agresivos que impactan mi espacio, atentando a la calma, mi calma, y nadie puede hablarme, nadie, no hay persona o cosa que pueda tocarme, el espacio se engruesa, se aglutina el tiempo y tu no puedes hablarme, tu no puedes y nadie puede por que la canción se acaba, la música es amarga y no hay mas cerveza para ver directamente al cielo y acusarle de impostor, no hay risas, solo hay unas rápidas miradas de desespero, consternación comprimiendo nuestros cuerpos tensos, represión en malos pasos, represión por un grito de ardor en clemencia de un pequeño espacio, conspiración, contraconspiración, contrainteligencia y contrarevolución, maldita revolución.
Y mientras corro recuerdo que se me rompió el zapato y comprar otro es también un sueño, creo que no puedo respirar, en efecto no puedo respirar y los disparos de perdigones no me dejan pensar, el gas blanco que emanan las calles bombardeadas por ordenes de silencio me retumba en la cabeza y en el pecho mientras sigo corriendo con la imagen del video de Bassil cayendo desplomado por plomo, por ese instante me olvido del comunismo, del capitalismo, de Marx, Lenin, Stalin, Chavez, los bolcheviques, el chino y maduro, de Diosdado y la economía, de Obama, del Dios con barba larga y toga blanca, de dostoievsky y de Miller. Y agitado termino preguntándome a que carajo me estoy enfrentando, un día corro asfixiado y alterado por el zumbido de ruptura del aire generado por percutores en manos infames y al día siguiente me veo a mi mismo como parte de una manada que huye incrédulo de un colectivo de fanáticos adoctrinados montados sobre maquinas a dos ruedas con estrepitosos motores y alaridos grotescos. La tensión me quiebra y la voz se también se quiebra junto con el pensamiento, las sombras se arremolinan en el cuarto y esas cuatro esquina se alzan, se abalanzan y precipita sobre la paranoia, mi paranoia cercada, enclaustrada mi mirada, mi respiración, envuelto en sombras nauseabundas de confusión, vuelve contrarevolucion, contrainteligencia e inteligencia, emboscada, confusión.
En ocasiones como esa mi espíritu grita patria hasta reducirse a la nada, mientras mi tranquilidad es socavada por irreverentes bufones diplomáticos, mientras hombres grandes en dos ruedas llegan ladrando a las plazas llenas de pancartas, agitando sus brazos y plantando pánico, proclamando el terror, impuestos por el permiso divino del sacro interés presidencial que les transmuta en violentos dioses sociales montados a caballos de hierro oxidado y cuero roído.
Mientras el día se disipa tras un manto gris yo estoy parado en medio de una lluvia de sonidos agresivos que impactan mi espacio, atentando a la calma, mi calma, y nadie puede hablarme, nadie, no hay persona o cosa que pueda tocarme, el espacio se engruesa, se aglutina el tiempo y tu no puedes hablarme, tu no puedes y nadie puede por que la canción se acaba, la música es amarga y no hay mas cerveza para ver directamente al cielo y acusarle de impostor, no hay risas, solo hay unas rápidas miradas de desespero, consternación comprimiendo nuestros cuerpos tensos, represión en malos pasos, represión por un grito de ardor en clemencia de un pequeño espacio, conspiración, contraconspiración, contrainteligencia y contrarevolución, maldita revolución.
Y mientras corro recuerdo que se me rompió el zapato y comprar otro es también un sueño, creo que no puedo respirar, en efecto no puedo respirar y los disparos de perdigones no me dejan pensar, el gas blanco que emanan las calles bombardeadas por ordenes de silencio me retumba en la cabeza y en el pecho mientras sigo corriendo con la imagen del video de Bassil cayendo desplomado por plomo, por ese instante me olvido del comunismo, del capitalismo, de Marx, Lenin, Stalin, Chavez, los bolcheviques, el chino y maduro, de Diosdado y la economía, de Obama, del Dios con barba larga y toga blanca, de dostoievsky y de Miller. Y agitado termino preguntándome a que carajo me estoy enfrentando, un día corro asfixiado y alterado por el zumbido de ruptura del aire generado por percutores en manos infames y al día siguiente me veo a mi mismo como parte de una manada que huye incrédulo de un colectivo de fanáticos adoctrinados montados sobre maquinas a dos ruedas con estrepitosos motores y alaridos grotescos. La tensión me quiebra y la voz se también se quiebra junto con el pensamiento, las sombras se arremolinan en el cuarto y esas cuatro esquina se alzan, se abalanzan y precipita sobre la paranoia, mi paranoia cercada, enclaustrada mi mirada, mi respiración, envuelto en sombras nauseabundas de confusión, vuelve contrarevolucion, contrainteligencia e inteligencia, emboscada, confusión.
Soldados me despiertan y frenan mi respiración en una realidad descabellada donde no se a quien clamar auxilio, cuando el gobierno es el que partió los vidrios de tu carro ¿A quien carajo hago la denuncia? Maniacos que me dicen lunático mientras bailan con un cetro en la mano, sobre un trono con bustos de EL COMANDANTE ASTRONAUTICO y llevan la cartera llena de divisas que no creen en CADIVI, llevan en la boca volantes que distraen los problemas para no solucionarlos, culpan al guajiro, al fascista sin gobierno, al venezolano y al gringo, te dividen Venezuela, para luego ser mártires y señalar a otros, impostores, con puros Behike y camiones H1 del año, que condenan a la televisora CNN (en español) y a NTN24, y lloran con estampas y cuadros que plasman el imponente icono de la celestial figura que fue el santo galáctico y a sus espaldas llevan mas de 23mil muertos sin nombre que poco les importa atender pero mucho esconder.
¿Que si lloro? me duermo queriendo llorar y me levanto con la garganta igual de congestionada, porque tengo tantas preguntas para ti Venezuela, es que siento que te pueden hasta cambiar el nombre y limpiarte el pasado para reescribirlo en mentes enjabonadas, siento que quiero una arepa y no hay pa hacerme una, siento que tengo cereal y no puedo comerlo, siento no poder caminar por tus calles en calma y que me cobran por estacionar al buen estilo de un parquímetro humano, siento que VTV nos dice “confrontación” y muchos se lo tragan, siento querer irme, querer largarme y vivir, siento a aquella madre trabajando duro que no sabe como llegar al fin del mes con comida en la cocina, con luz en su casa, con servicios y transporte, con ropa para sus hijos porque la vida no le alcanza y ya la vida no es de ella ni de sus hijos sino del estado, del estado que la exprime y mal usa para consumir su sudor en lujos y comodidades personales, todo el capital humano que le importa un cojón y le hiede a mierda aguada. Yo he querido llorar varias noches, días enteros ligando pensamientos con auroras falsas, entrando en razón de la dificultad, la adversidad, doliéndome la vida, dándolo todo, soy nada, el recuerdo de un intento. Soñando con landros y redadas de inteligencia, salidas y no salidas, mi vida encerrada en el comunismo.
En el día temo a que llegue la noche y en la noche temo que llegue el día, aun así salgo a tomar la calle, a hablarle y contarle mentiras para decir la verdad oculta detrás del discurso politequero de la partidocracia venezolana.
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