Empezó a llover.

Pensé que podría escribir hasta tres capítulos seguidos de ti y poco mas que no sea de ti, ahora que me siento frente al teclado me enfrento a la realidad casi paralizado, por una sensación parecida a la que me traba la boca cuando estoy contigo cerca. Mal hablado y rosado, respeto un poco y me aguando el mal trago, no es pan de cada día ese trato en la casa, después de pasar un tiempo a pocos metros de tu cuerpo y de tus labios, la sensación de que el cuerpo es un molde que se dilata fuerte pero agradablemente por un interior lleno de luces amarillas y claras que recorren suaves y violentas las cavernosas fosas vacías  de mi piel, aun retumba la alegría de ver tu sonrisa y casi mancharla con mis labios. Solo puedo sentirme inseguro contigo, coño es una ladilla pensar que no puedo intentar, siquiera intentar, envalentonarme y lanzarme por una relación en tus manos. 

Aunque llegue a sentir que no nos podamos conectar, han sido pocas las veces que hemos pasado horas hablando, pienso que si estar enamorado es gastarse la vida en otra persona, de gastarme mi vida en algo, no veo mejor lugar y eternidad que en tus labios, en tu cuerpo. Marco mis días con la inquieta soledad de ir ocupado para todas partes, pienso para no pensar, o para no soñar, pienso el pasado, futuro y presente, pero puede llegar a parecer que he dejado de vivir el instante con la intensidad que llegue a hacerlo, quiero una nueva intensidad, la de un momento, la ráfaga de un segundo en tu mirada, atraparme en tus palabras y soñar para nunca despertar. Andar por calles desconocidas y pasar días perdido, encontrarme con nuevos idiomas y nuevos colores, olvidarme de la vida y dejarla tranquila, irme a donde en soledad pueda hablar conmigo y tres días pasados de repente entrar en razón de que no he comido, bajar y sablear por aquí o por alla algún pan y una cerveza, escribir hasta olvidar de que escribo y luego despertar con el rostro marcado por el teclado. Mansos días soñados del fruto de un buen trabajo.